El trasplante hepático es aceptado actualmente como una terapéutica fundamental para una serie de enfermedades irreversibles del hígado, agudas o crónicas, para las cuales no existen tratamientos curativos. El primer trasplante hepático ortotópico en el hombre se realizó en 1963 en la Universidad de Colorado, Estados Unidos. A partir de 1980, coincidiendo con la introducción de la ciclosporina y posteriormente el tacrolimus (FK-506), los resultados mejoraron marcadamente, lográndose actualmente una supervivencia superior al 80% al año. En nuestro país, el primer trasplante hepático se realizo en 1988.
El trasplante debe estar dirigido a curar la enfermedad y sus consecuencias y a permitir una calidad de vida superior a la previa.
En todo paciente en el que se considera la posibilidad de un trasplante hepático, se deben tener en cuenta las siguientes condiciones:
1- que los síntomas que presenta el paciente se deban a la enfermedad por la que se indica el trasplante.
2- que el trasplante hepático realmente pueda curar la enfermedad, o prolongar de manera clara la supervivencia.
3- que no existan otros tratamientos curativos.
4- que el trasplante sea técnicamente posible.
5- que el paciente desee trasplantarse
6- que haya llegado el momento adecuado en la evolución natural de la enfermedad para indicar el trasplante.