Artritis Reumatoidea
La artritis reumatoidea (AR) es una enfermedad sistémica autoinmune, caracterizada por provocar inflamación crónica principalmente de las articulaciones, que produce destrucción progresiva con distintos grados de deformidad e incapacidad funcional. No es simplemente una enfermedad articular, puede presentarse con compromiso extraarticular con afección de diversos órganos y sistemas, como ojos, pulmones, pleura, corazón, pericardio, piel o vasos sanguíneos. Recientemente la AR se ha asociado a aumento de la prevalencia de enfermedad arterial coronaria y se considera factor de riesgo de mortalidad prematura.
Causas
La causa de la AR se desconoce. Es una enfermedad autoinmunitaria, lo cual significa que el sistema inmunitario del cuerpo ataca por error al tejido sano. La prevalencia se estima entre 0.5 y 1% de la población mundial, en nuestro medio no tenemos estudios locales; la afección es tres veces más frecuente en el género femenino que en el masculino. La media de edad de aparición suele ocurrir entre los 40 y 50 años de edad, aunque puede observarse a cualquier edad.
La infección, los genes y las hormonas pueden estar vinculados a la enfermedad.
Síntomas
Esta enfermedad afecta generalmente las articulaciones en ambos lados del cuerpo por igual. Las muñecas, las rodillas, los dedos de las manos y los tobillos son los que resultan comprometidos con mayor frecuencia.
La enfermedad generalmente comienza de manera lenta, por lo general sólo con dolor articular leve, rigidez y fatiga.
Los síntomas articulares pueden abarcar: la rigidez matutina, que dura por más de una hora, es común. Las articulaciones pueden sentirse calientes, sensibles y rígidas cuando no se usan durante una hora.
El dolor articular a menudo se siente en la misma articulación en ambos lados del cuerpo. Con el tiempo, las articulaciones puede perder su rango de movimiento y pueden volverse deformes.
Otros síntomas abarcan:
– Dolor torácico al respirar (pleuresía).
– Ardor, prurito y secreción del ojo.
– Nódulos bajo la piel (generalmente un signo de una enfermedad más grave).
– Entumecimiento, hormigueo o ardor en las manos y los pies.
– Dificultades para dormir.
Es una enfermedad muy dolorosa e incapacitante, determina disminución de la calidad de vida y de la sobrevida global; con aumento en la morbimortalidad. El tratamiento debe ser integral, dividiéndose a los efectos prácticos en no farmacológico (sin medicación) y farmacológico (con medicación).
Ante cualquier duda o consulta sobre esta enfermedad, sugerimos que hables con tu médico/a tratante. El/la profesional podrá brindarte información más detallada y adecuada a tu situación médica específica.
Fuente: NIH